Trastornos del control de impulsos y párkinson
Se dice que hay tantas Enfermedades de Parkinson como personas enfermas. Hay un batiburrillo de síntomas motores y no motores que componen nuestra enfermedad. En cada individuo prevalecen unos síntomas frente a otros, pero todos ellos son evolutivos y fluctuantes.
Para las personas enfermas de párkinson, conseguir el “control” de la enfermedad es nuestra batalla. Y para ello, intentamos establecer ritmos razonables, llevar una dieta saludable, realizar ejercicio físico diario, y por supuesto seguir nuestra medicación y terapias escrupulosamente. Es una falsa sensación de control, porque la enfermedad juega con nosotros obligándonos a permanecer en alerta constante.
Entre los síntomas no motores más obstinados y difíciles de manejar están trastornos psicológicos asociados al estado de ánimo, la ansiedad o los trastornos de control de impulsos, muy frecuentes en las personas enfermas de párkinson. Estos trastornos son, en ocasiones, más invalidantes que otros que podríamos considerar más “aparatosos”. Interfieren directamente en nuestra calidad de vida, en nuestras relaciones personales y son elementos muy disruptivos para las familias.
Voy a intentar explicarlo de un modo sencillo, probablemente poco científico, aunque espero que sea suficientemente gráfico. La enfermedad de párkinson está asociada a un déficit en la capacidad de recepción de un neurotransmisor llamado DOPAMINA. Se trata de un elemento crítico en la capacidad de “acción” del cerebro sobre el cuerpo y se le conoce como el neurotransmisor del PLACER. Es como si, gracias a esos neurotransmisores, el cerebro pudiese encaminar nuestra acción hacia la búsqueda del placer o, sencillamente, encaminar nuestras acciones para lograr nuestros deseos.
Si dejamos de lado el hecho de que esta imposibilidad de procesar la dopamina nos impide muchas veces movernos, o lo hacemos más lento o más descoordinadamente, pensemos en qué efectos puede producir esta circunstancia en aspectos psicológicos y comportamentales. La dificultad para alcanzar el placer nos puede abocar a un estado ánimo deprimido, a su vez esa insatisfacción provoca ansiedad…y en casos extremos, el ansia por buscar placer favorecerá comportamientos impulsivos descontrolados.
Esto lo produce la enfermedad en sí misma, pero ¿y si sumamos efectos secundarios de la medicación? Para tratar la Enfermedad de Parkinson, los enfermos tomamos unos fármacos que potencian la capacidad de producir o captar esa dopamina deficitaria en nuestro cerebro. Con ello, mejoramos nuestra movilidad corporal, paliamos la rigidez, el temblor…pero a su vez aumenta la tendencia a la impulsividad y a lograr gratificación de manera compulsiva e incontrolada. Son los trastornos del control de impulsos, muy frecuentes en enfermos excesivamente medicados o con tratamientos muy prolongados, ya que estos fármacos provocan habituación y para que su efecto sea adecuado se han de ir aumentando las dosis. Cuanto más temprano se presenta la enfermedad, más posibilidad habrá de que se desarrollen estos trastornos.
Sin duda, la predisposición personal es un factor importante. Y ciertos rasgos de personalidad asociados a hombres y mujeres, suelen producir trastornos de control de impulsos de tipología diferente. Mientras los hombres tienden más al juego compulsivo o la hipersexualidad, en mujeres prevalecen las compras compulsivas o la cleptomanía.
Es muy importante conocer e identificar la presencia de estos trastornos para poder intervenir a tiempo. Y es crítico, que se conozca la implicación neurológica de estos trastornos a la hora de tratar al enfermo, ya que es imprescindible un enfoque multidisciplinar de neurólogo, psiquiatra y psicólogo a la hora de establecer la intervención.
El entorno, familia y amigos, han de estar implicados en la detección precoz de comportamientos de riesgo y también en la recuperación del enfermo.
Los trastornos psicológicos y psiquiátricos están muy estigmatizados y la tendencia a ocultarlos o reconocerlos no ayuda a la solución. Espero que, conociendo estos aspectos de nuestra enfermedad, lograremos más comprensión y mayor prevención.
Cuando se nos diagnóstica Parkinson deberían contarnos todo esto para que pacientes, familiares y amigos nos puedan ayudar antes de que sea tarde y nos encontremos situaciones límite, pero todo llegará. Quizá si con la hoja de diagnóstico y las recetas adjuntarán un triptico de la asociación más cercana muchas cosas cambiarían. Gracias de corazón por la ayuda