¡Miradnos! ¡Estamos aquí! ¡Y no pasa nada!
A veces, me siento invisible. Visiblemente invisible. Y olvidada. Otras veces, me siento desnuda, transparente y vulnerable. Es difícil encontrar el equilibrio entre estos dos sentimientos tan diametralmente opuestos y, al mismo tiempo, tan conectados entre sí